Ayer, mientras acompañaba a una persona en su proceso de despertar, observé algo que me llamó profundamente la atención. Cada vez que su energía estaba en armonía con su mente y sus emociones, su cuerpo se sacudía, como si estuviera enviando una señal afirmativa de que estaba en el camino correcto. Esto me llevó a reflexionar sobre el concepto de permitir.
Permitir implica un acto de soltar y rendirse a lo que es, dando espacio a lo que realmente resuena en nuestro interior. Me viene a la mente la naturaleza y todas las veces que he sido testigo del crecimiento y la transformación de una planta. Este proceso nunca es lineal ni uniforme; no siempre sigue el mismo ritmo ni se desarrolla en el mismo tiempo.
Esto me hace comprender la importancia de la coherencia como un proceso continuo. La coherencia no es una autopista recta y pavimentada que nos lleva hacia el infinito; es un camino que se abre con cada paso que damos. Requiere una escucha atenta y cuidadosa de cada momento, así como una respuesta sintonizada con lo que ese momento nos propone.
Hay una coherencia más profunda que subyace en toda experiencia, relacionada con nuestros valores y la forma en que sentimos y entendemos la vida. Sin embargo, esta coherencia mayor también está sujeta a la coherencia del momento presente. Este diálogo interno permite una permeabilidad que facilita el encuentro entre lo que pensamos y lo que realmente necesita manifestarse en cada instante.
A menudo, confundimos coherencia con sentido común, o con las normas y hábitos que se comparten de manera colectiva. Al igual que le sucedía a mi paciente, lo ideal es practicar la afinación interna para discernir, momento a momento, qué es lo que debemos aceptar y qué debemos rechazar. Esta disposición y apertura son esenciales para que lo nuevo se manifieste en nuestra vida.
El cambio, en ocasiones, puede presentarse como algo no reconocible. Por ello, es fundamental detenerse, integrar, adaptarse y entregarse a lo nuevo como parte de cualquier proceso de transformación personal. Al hacerlo, no solo abrimos la puerta a nuevas experiencias, sino que también permitimos que nuestra esencia se exprese de manera auténtica, guiándonos en nuestro viaje de autodescubrimiento y crecimiento.